Jn 8:7
El círculo de fariseos, hombres robustos, todos armados de piedras,
rodeaba a una miserable mujer desesperada que pedía clemencia. Alrededor, el
pueblo miraba. Josué, conmovido, le dijo a su amigo Nehemías: —pobre mujer,¿por
qué no la dejan en paz?
—Es adúltera—, dijo Nehemías.
El maestro entró en el círculo, se produjo un respetuoso silencio. Los
fariseos lo interpelaron, no iban a dejar pasar la oportunidad de desenmascararlo
delante de sus sseguidores.
—Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos
ordenó lapidar a esta clase de mujeres. Tú, ¿qué dices?
Dijo el maestro: —quien esté libre de pecado que arroje la primera
piedra.
Un hombretón, con la túnica a medias caída se adelantó, —¡no, Jonás!— , gritó alguien; él siguió
adelante sin volverse y arrojó una enorme piedra que dio en la cabeza de la
mujer, haciéndola sangrar y arrojándola al piso.
Las piedras de los otros la siguieron con mortal precisión. Al final no
quedó de la mujer más que un guiñapo en el suelo.
La cara del maestro era un modelo del desconcierto. La multitud comenzó
a retirarse.
Josué, mareado, agarró a su amigo del brazo y dijo: —Jonás no está
libre de pecado, se burló del maestro,.
—No, lo que pasa es que Jonás es sordo—, dijo Nehemías.
Car.
15-01-2013
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