En un vehículo de transporte público
de pasajeros.
Se trataba de un patán, probablemente un
campesino desorientado, que abordó aquella unidad de transporte frente a la
estación ferroviaria. Su
apariencia despertaba el mayor interés entre la gente de malvivir presta a
despojar a los viajeros de sus pertenencias. Llevaba reloj de oro, sujeto con una cadena del mismo
metal. Su anillo, en cambio,
carecía de todo valor. Se veía su
cartera en el bolsillo lateral del pantalón, mientras que del pequeño bolsillo
delantero, unos billetes asomaban apenas.
Uno de los ladrones, el encargado de empujar
a la víctima hasta colocarla en posición favorable para el hurto, cumplió su
tarea discretamente, apoyando
espalda contra espalda, quizás tanteando en el bolsillo trasero. Empero, el encargado de introducir sus
dedos a fin de retirar el objeto de sus afanes, desempeñó su trabajo con
torpeza y por su tontería estuvo a punto de descubrir toda la operación.
Se sabía que esta línea era frecuentada por
tales sujetos y el vehículo estaba a cargo de un cobrador con cara de pocos
amigos, dispuesto siempre a hacer la denuncia correspondiente. Pero los ladrones tuvieron mucha
suerte, de pura casualidad este hombre no advirtió el ilícito.
Car
09-05-1999
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